Podría optar por ser fiel a mis orígenes y hablaros de la magia que se respira en el Patio de los Leones de la Alhambra; o de lo que se siente al pasear por el paseo de los tristes una noche de semana santa; o de cómo los acordes de la guitarra española en el Mirador de San Nicolás te erizan la piel. Podría hablar de Granada...
Pero... Pongamos que hablo de Madrid, como Sabina.
Hablo de lo insignificante que la Torre España te hace sentir si la miras desde abajo. De esa necesidad que te produce de pararte a mirarla un rato; no vaya a ser que mañana ya no esté. Hablo del placer emocional de bajarse de los tacones a las 5 de la mañana por la Gran Vía y el de caminar descalza protegida por la interminable fila de edificios que te han visto crecer durante cuatro años. Hablo de cómo la Puerta del Sol tiene la capacidad de recordarte las noches de uvas y familiares. Y de cómo te sientes incapaz de imaginar un año nuevo más bonito que el de estar en casa de vez en cuando. Hablo de Malasaña, como un billete de ida y vuelta a los años 80, a la movida más famosa. Y de Chueva, como la anfitriona perfecta de una noche diferente. Hablo de La Latina como testigo de la trayectoria de grandes como Lina Morgan y de sus generosas invitaciones de domingo por el interminable Rastro. De cómo, a tan solo unos metros, pareces haberte transportado a otra ciudad cuando llegas al Barrio de las Letras. De cómo se respira literatura por cada esquina y de cómo casi te obligas a pararte en cada cita grabada que hay en el suelo que pisas. Hablo de cómo quisieras volver una y mil veces a cualquier terraza que haya en frente de la Puerta de Alcalá. Y de lo inevitable que resulta tararear la canción que la nombra. De los "hoy que hace bueno, vámonos al Retiro". Hablo de la exclusividad que otorga el pasear por la Calle Serrano, mientras te paras a admirar los escaparates que albergan el lujo que jamás te podrías permitir. Hablo del maravilloso ambiente que nace en la Calle Princesa y que sigue hasta Moncloa. De lo emocionante que es desear ser estudiante cuatro años más. ¿Cómo? ¿Que Sevilla tiene un color especial dices? Igual no te has deslumbrado nunca desde la novena planta del Corteinglés de Callao, ni desde el círculo de Bellas Artes.
Pero ya lo decía Francisco Umbral: "Madrid es un género literario".
Pongamos que hablo de Madrid como mi segundo hogar y, a la vez, el primero. De cómo ni todo el dinero del mundo podría haberme comprado una vida parecida. De lo agradecida que le estoy por presentarme mis sueños, mis personas favoritas... De cómo me ha ayudado a enamorarme como nunca antes lo había hecho. Como nunca más lo voy a estar. Por más cosas que podría escribir sobre ti, pongamos que nunca quiera dejarte, Madrid.
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| Vistas desde el Círculo de Bellas Artes |





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